¡Qué fuerza tiene la contrición a los ojos de Dios! Alfonso el Sabio, en una de sus cántigas, habla de un pecador -como nosotros, que también somos pecadores-que recibió por penitencia llenar un vaso de agua. Aquel pobrecito fue corriendo a un río, y el vaso no se llenaba; y a una fuente, y el vaso no se llenaba. ¡Y a otra fuente, y a otro río, y a un lago, y al mar! Y el vaso no se llenaba… Ninguna cosa de la tierra, nada podía colmar aquel pequeño recipiente. Pensó entonces en su vida mala y en el Señor, en su miseria y en su Dios; y unas lágrimas corrieron por sus mejillas y cayeron en el vaso, que se llenó hasta rebosar. ¡Había cumplido la penitencia! (San Josemaría Escrivá).
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