El Tiempo de Adviento nos invita a una vigilancia espiritual para preparar el camino del Señor que viene. La liturgia nos propone otra actitud interior con la cual vivir esta espera del Señor, es decir, la alegría. El corazón del hombre desea la alegría:todos deseamos la alegría, cada familia, cada pueblo aspira a la felicidad. ¿Pero cuál es la alegría que el cristiano está llamado a vivir y testimoniar? Es la que viene de la cercanía de Dios, de su presencia en nuestra vida. Desde que Jesús entró en la historia, con su nacimiento en Belén, la humanidad recibió un brote del reino de Dios, como un terreno que recibe la semilla, la promesa de la cosecha futura. También san Pablo indica las condiciones para ser “misioneros de la alegría”: rezar con perseverancia, dar siempre gracias a Dios, cooperando con su Espíritu, buscar el bien y evitar el mal. Si este es nuestro estilo de vida, entonces la Buena Noticia podrá entrar en muchas casas y ayudar a las personas y a las familias a redescubrir que en Jesús está la salvación (Papa Francisco).
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