Martes Santo en Huelva
Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia en su Presentación al Pueblo, Nuestra Señora de la Salud y San Francisco de Asís
Realeza de Cristo…
corona de espinas,
por cetro, una caña…
vestido con manto de púrpura y sucio.
Presentado al pueblo
en forma despreciable
como deshecho de los hombres.
Vocifera la plebe
de corazones endurecidos.
Acusaciones falsas
y silencio elocuente del Señor.
Sin culpa alguna,
reconocida su inocencia
por quien le juzga,
la sentencia más injusta de la historia
condena a Nuestro Padre Jesús.
Sangre inocente
en las manos de quien ha cedido
al odio y al miedo.
Manchas sangrientas
-testimonio de injusticia-
sin que el agua pueda borrar.
Sangre de Dios encarnado,
salud y salvación
para el hombre redimido.
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Devota y Fervorosa Hermandad de Caridad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Sagrada Lanzada, María Santísima del Patrocinio, San Juan Evangelista y Nuestra Señora de los Dolores
En el Gólgota,
el cuerpo sin vida del Redentor,
libre ya de dolores,
es atravesado por una lanza,
y su corazón… traspasado de amor.
Tu muerte, Señor, da vida a los muertos.
De ese costado abierto por la lanzada
se abrió la puerta de la vida…
…y la llaga se hizo manantial de gracia.
Brotó sangre y agua…
…manaron los sacramentos,
simbolizados por la sangre pura
y el agua limpia salidas
de la saludable herida.
Del costado del primer padre dormido
Dios formó a la primera mujer.
Del costado del Crucificado muerto
salió la Iglesia, Esposa de Cristo.
Y antes de tu muerte,
por madre nos diste a tu Madre…
Virgen del Patrocinio.
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Hermandad de Penitencia y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Sangre, Nuestra Señora del Valle, San Sebastián Mártir y Beata Ángela de la Cruz
Sangre del Redentor, sangre divina.
Sudor de gotas de sangre en Getsemaní,
sangre que enrojece sus espaldas desnudas al látigo,
sangre de sus sienes por las espinas de la corona,
sangre de sus manos y pies taladrados por los clavos,
sangre que mana de la llaga del costado.
¡Sangre divina, sangre del Redentor!
Señor, al derramar tu sangre
nos libra de la esclavitud de la muerte.
Tu sangre rompe las cadenas del pecado,
tu sangre, Señor, quita las penas
y todas nuestras inquietudes.
Señor, tu preciosa sangre
ha lavado y blanqueado
las vestiduras de los santos.
Señor, tu preciosa sangre
es fortaleza en la tribulación
y en el sufrimiento
de hombres y mujeres
dóciles a los designios divinos.
Señor, tu preciosa sangre
hace afrontar pruebas,
persecuciones y martirio
a los que perseveran en tu amor.
Señor, riega con tu sangre
este valle de lágrimas…
y florecerán virtudes
en nuestros corazones.
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Real e Ilustre Hermandad Sacramental de Nuestro Padre Jesús de la Pasión y María Santísima del Refugio
Expectación y curiosidad en el gentío…
odio en los fariseos y escribas…
maldad en los príncipes de los sacerdotes…
llantos y golpes de pecho en algunas mujeres.
Demasiadas cobardías y miedos en muchos
e indiferencia y crueldad en los soldados romanos.
Por un camino de amor,
en medio de tanta animadversión,
con improperios y burlas de la plebe,
el Redentor carga con la Cruz…
con el peso de todos los pecados de los hombres.
Sin fuerza, llagado el cuerpo,
abiertas las heridas,
sufre pasión y cruz
por nuestras iniquidades, maldades y vilezas.
Víctima inocente,
lleva el madero de su suplicio
y sufre la pena que el hombre debía padecer.
Dónde vas, Jesús, con ese madero,
que aunque seas Dios verdadero,
es mucha cruz, esa cruz para el Cordero.
Por los atroces dolores de Cristo en su Pasión,
causados por la increíble rebeldía humana,
grito: Misericordia y perdón;
y busco refugio en su sacratísimo Corazón.
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