La verdadera devoción a María nos debe llevar a imitarla y a tratar de parecernos más a ella cada día: los hijos deben parecerse a su Madre.
En cierta ocasión, un pintor famoso iba a dibujar una Inmaculada. Buscando el rostro de una joven que pudiera servirle de modelo, se fijó en una que correspondía al ideal que se había formado en su imaginación. Se acercó a la joven y le pidió si estaría dispuesta a posar en su taller para servir de modelo de una imagen de la Virgen. La joven se quedó sorprendida; pero, después de serenarse, dijo al artista: Hoy no puede ser; iré mañana.
Al día siguiente, después de los saludos previos, dijo la joven al pintor: Ayer no me atreví a servir de modelo para una imagen de la Inmaculada porque estaba en pecado. Esta mañana me he confesado y ahora podré servir menos indignamente.